Encontrar algo qué comer puede ser algo muy fácil o muy difícil,
dependiendo de la situación en que nos encontremos. No sólo al aire
libre, incluso en la ciudad ocurre así. Pero con obtener alimentos
no alcanza, también hay que saber como cocinarnos.
En el libro del
escritor colombiano Gabriel García Márquez, Relato de un náufrago
(basado en hechos reales), se puede constatar algo que pocos tienen
en cuenta en materia de supervivencia: matar un pájaro o cualquier
otro animal y después comerlo crudo no sólo es algo que puede
resultar asqueroso e imposible de hacer incluso para una persona que
se esté muriendo de hambre, sino que además puede que no sea tan
nutritivo como podría parecer a primera vista.
Sin experiencia, el
matar a un animal para comerlo o el conseguir vegetales o plantas
comestibles no es para nada fácil -es decir, sin conocimientos y entrenamiento en la materia-.
Pero incluso si pudiéramos hacerlo, el cocinarlo será una tarea
para la que quizás no estemos preparados si no disponemos de las
herramientas que normalmente tenemos en la cocina de nuestra casa.
Una cosa es cocinar
teniendo un cocina a gas o eléctrica, y otra muy diferente es
hacerlo con fuego de leña y/o carbón. Incluso aquellos que tengan
experiencia en cocinar asados o barbacoas, el hacer lo mismo sin una
parrilla adecuada al aire libre, con frío o con lluvia, por ejemplo,
ya complica considerablemente las cosas. Y no se trata sólo del
tópico más que conocido en supervivencia de cómo prender un fuego,
sino de lo que es la cocina de supervivencia o la dieta de
supervivencia en sí.
Lejos de lo que
puede pensarse si se ignora este tema, el cocinar la comida no es un
lujo, ni siquiera en materia de supervivencia. No sólo hay algunos
alimentos que crudos son tóxicos o pueden transmitir enfermedades,
sino que directamente no son comestibles o serían "indigeribles"
para nosotros. De ahí que aprender a cocinar en supervivencia y
tener práctica real en ello en las más variadas circunstancias
puede considerarse una de las habilidades básicas de este arte junto
con las de conseguir agua, alimento y refugio.
Lamentablemente en
muchas ciudades la comodidad urbana está haciendo que los ciudadanos
(y sobre todo los ciudadanos de sexo masculino) olviden cada vez más el arte
de la cocina. Cada vez más se hace uso de alimentos preparados
"listos para calentar", precocinados o directamente se
compra comidas ya hechas y listas para comer. La razón es que las
personas disponen de cada vez menos tiempo debido a las largas
jornadas de trabajo, a las que hay que sumar el cuidado de los hijos
y otras responsabilidades que se ponen como prioritarias sobre la de alimentarse en base a lo que uno mismo cocina, y todas llevan su tiempo. El problema es
que la habilidad de cocinar debería tener también un espacio
reservado en la vida cotidiana, porque puede que las cosas no siempre
sean como nos acostumbramos a vivirlas.
Haciendo dulce o mermelada con frutos del bosque recolectados en la Patagonia Andina.
Dicho de otra forma
con un ejemplo concreto: el día que no tengamos una cocina para
cocinar, ¡¡difícilmente podremos hacerlo con leña cuando ni
siquiera sabemos hacerlo con la propia cocina!! Es más, ¿cómo
sabremos diferenciar un animal o una planta viva comestible de otra
cuando ni siquiera sabemos diferenciarlas en el supermercado, ya como
alimentos limpios y listos para cocinar?
Por algo hay que
empezar, y es en este sentido que la cocina básica urbana es el
primer paso en lo que a la práctica de la cocina de supervivencia o
cocina extrema se refiere. El dejar este habilidad -mal entendida por
algunos como "para las mujeres"- o el no dedicarle su
tiempo es, en nuestra opinión como practicantes de la supervivencia,
un grave error.
Si está realizando un viaje o desplazamiento en grupo, y en condiciones riesgosas para la supervivencia (o prevé que podrían darse, como ocurre muchas veces en la montaña), distribuya la comida que transporten de forma racional.
Perder toda la comida porque se cae una mochila a un río que se está cruzando, no resultará (se lo aseguro) algo agradable de vivir...
Es decir, teniendo en cuenta que si uno de las mochilas o personas que transportan la comida se extravía, se pueda sobrevivir con la comida y los utensilios para prepararla disponibles en el resto de los bultos acarreados.
Por ejemplo, no sería recomendable que sólo existiera un gran paquete de sal o de azúcar, y que este fuera llevado por tanto por una única persona. De la misma forma, no es conveniente que sólo exista una olla o recipiente en el cual preparar y donde coman todos juntos.
Así evitará que le pase como sucedió en una expedición a uno de los polos, donde al caer uno de los trineos por una repentina grieta que se abrió en la nieve, se dieron cuenta algo tarde que no deberían haber llevado todas sus provisiones únicamente en ese trineo...
Además, existen otras razones, por las cuales es recomendable distribuir la comida equitativamente, como la de que en el grupo nadie crea que es más o menos que el otro por llevar más o menos peso. Por supuesto, esto se aplica a grupos de montaña auto-gestionados, liderados por un guia, pero no a aquellos que deciden contratar los servicios de sherpas o porteadores para que el peso no lo lleven los clientes.